Aprovecho esta privilegiada tribuna para empezar deseando de corazón una muy Feliz Navidad a todos los lectores, anunciantes y trabajadores de SierraMadrid. Siento no seguir la línea de las recomendaciones a su personal que la Comisión Europea ha tenido que retirar, al aconsejar el uso del término “fiestas” en vez del de “Navidad” para ser más “inclusivos”. Debo decir que no tengo nada contra la inclusión, pero sí contra la exclusión de nuestra cultura, con sus valores y tradiciones, de la vida de nuestra sociedad.
Es verdad que el intento de exclusión de los símbolos de la Navidad cristiana nos ha ayudado a apreciarlos aún más a quienes ya los apreciábamos o a quienes no lo hacían. En este sentido, creo que los españoles estamos en deuda con determinadas personas que, desde sus responsabilidades (sic) al frente de grandes ciudades españolas, han hecho más por la defensa de las raíces cristianas de estas celebraciones que cualquiera de sus acérrimos defensores.
Vestir a los Reyes Magos con cortinas de ducha en la Cabalgata de Madrid de 2016 nos ayudó a muchos a comprender el verdadero sentido de la Epifanía, pues con el contraste de aquellos ridículos atuendos y el rechazo de las mentes supuestamente progresistas a su humanísimo simbolismo, se nos hacía más visible la conmovedora imagen de unos poderosos reyes postrados adorando a un niño pobre nacido en un pesebre.
La expulsión de los Nacimientos de los espacios públicos fue también un gran aliciente para los amantes de la devoción y ternura que transmiten esas representaciones populares del alumbramiento de Jesús. En el Madrid de la alcaldía carmenita se quedaron en los almacenes municipales al menos tres de aquellos populares Belenes, los de la Puerta de Alcalá, Plaza Mayor y plaza de Chamberí. Al mismo tiempo, los magníficos y gigantescos Belenes napolitanos que asombraban a los madrileños y visitantes en el Palacio de Cibeles eran sustituidos por un jibarizado Nacimiento de apenas 30 figuras. El de la Puerta de Alcalá volvió a ponerse en la Navidad anterior a la siguiente cita electoral, por cierto, lo que evidencia la escasa coherencia que demuestran estos modernos iconoclastas cuando huelen las urnas a distancia.
Aquella sectaria censura a la fe y a la cultura popular en el espacio público por quienes se arrogan en exclusiva la defensa del pueblo, nos hizo más conscientes de la causa por la que en España, en toda época, régimen o circunstancia, ha pervivido en los hogares la ilusión de poner el Nacimiento. Escena que habita en los recuerdos más conmovedores de nuestras vidas, compartida ahora y siempre con los seres queridos, con los que están y con los que ya no pero que viven y reviven en nosotros, de modo especial en las tradiciones de estas fechas, a través de la alegría y la ilusión que nos transmitieron al desembalar y colocar las figuritas del Belén, con los pastores, artesanos, hortelanos, lavanderas, soldados romanos, ovejas, puentes, casas, fuentes, ríos… en el homenaje de cada familia, y sobre todo de los más pequeños, a la natividad del Señor.
Por todo ello, por su entusiasta labor en el reverdecimiento de nuestras más emotivas y tiernas tradiciones, por su dedicación a la recuperación de los valores más profundos de nuestra cultura, es el tiempo de agradecer cordialmente a los sectarios su sectarismo, a los intolerantes su intolerancia y a los dogmáticos su dogmatismo, y desearles a todos ellos una muy Feliz Navidad.