La Historia de una nación, esa que se escribe con mayúsculas, es el resultado de la suma tanto de las numerosas historias pequeñas y cotidianas que habitualmente pasan desapercibidas, como de los grandes capítulos que son los que, generalmente, se relatan en los libros de texto.
Lejos de grandes y renombradas batallas, de decisivos tratados de paz, de estudiadas tácticas militares, en España, encontramos el más claro ejemplo de Historia (en mayúsculas) en los hechos que se produjeron en las calles de Madrid, aquel 2 de mayo de 1808, cuando el pueblo madrileño decidió, de manera espontánea, levantarse contra las tropas del ejército francés, al que veían como una amenaza hacia nuestra libertad como pueblo y hacia la independencia de nuestra patria.
Y, de este modo, aquella mañana del 2 de mayo, día de mercado, una muchedumbre de madrileños se hallaba en los aledaños del Palacio Real, mostrándose inquietos al conocer la intención de los soldados franceses de sacar del palacio al infante Francisco de Paula para llevarlo a Francia con el resto de la Familia Real. Bastó un grito, el de José Blas Molina: “¡Traición! ¡Qué nos lo llevan!” para que los madrileños asaltaran el palacio. Al deseo del pueblo de impedir la salida del infante, se unió el de vengar a los muertos represaliados cruelmente por los mamelucos y lanceros napoleónicos, y el de deshacerse de los franceses. Los sentimientos de lucha se extendieron por todo Madrid y, posteriormente, se contagiaron a toda España.
Hoy, la Comunidad de Madrid, rinde homenaje a los héroes del 2 de mayo, aquel grupo de hombres y mujeres que dieron su vida por defender aquello en lo que creían… aquello que concebían como suyo… su casa, su tierra, sus tradiciones, su familia, en definitiva, su país, España y su libertad.
Comerciantes, artesanos, modistillas, zapateros, labradores…gentes sin nombres conocidos, pero con rostro y con valor, mucho valor. Y, junto a ellos, los artilleros del Parque de Artillería en el Palacio de Monteleón que desobedecieron las órdenes del capitán general Francisco Javier Negrete, de permanecer acuartelados y pasivos, y se unieron a la insurrección. Fueron los capitanes Luis Daoíz y Torres, que asumió el mando de los insurrectos por ser el más veterano, y Pedro Velarde Santillán, quienes se encerraron en el parque de Artillería de Monteleón, junto a sus hombres y, tras repeler una primera ofensiva francesa al mando del general Lefranc, murieron luchando heroicamente ante los refuerzos enviados por Murat. El teniente Jacinto Ruiz y los alféreces de fragata Juan Van Halen, que fue herido de gravedad, y José Hezeta, se unieron a la lucha con los insurrectos.
Todos ellos, sin importar su oficio ni condición, se unieron frente a un enemigo común, dando su vida, con extrema valentía, por defender su tierra, por defender España… Hoy, 215 años después, seguimos recordando su valentía, con orgullo y rindiéndoles merecido homenaje. ¡Feliz Día de la Comunidad de Madrid!